No buscábamos fotografías del XIX sino vinos genuinos de la tierra cordobesa cuando en el Museo del Vino de la bodega Toro Albalá de Aguilar de la Frontera, descubrimos en una vitrina un libro de gran formato titulado:

Álbum Fotográfico de las instalaciones de la Exposición Nacional Vinícola verificada en Madrid en año de 1877 – Fotógrafos – J. Laurent y Cia / Fernando Debás / A. Esperon / Lit. de Ginés Ruiz. Espíritu Santo, 18
Los nombres de estos tres fotógrafos junto con la fecha de la publicación, llamaron nuestra atención, sobre todo por tratarse de un trabajo del que no teníamos ninguna referencia anterior… y porque, a poco que investigamos, tan sólo encontramos dos ejemplares más de este álbum: uno de ellos en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y otro en la Biblioteca Baker de la Harvard Business School de Boston.

Siempre son interesantes las noticias de los trabajos realizados por los fotógrafos del XIX en este capítulo que hoy encuadraríamos en la fotografía industrial o de reportaje, no son fáciles de documentar. Así que abordamos la preparación de un artículo (1), gracias a la generosidad de los propietarios de la Bodega, profundizando en las circunstancias que rodearon la ejecución de este trabajo, que al mismo tiempo nos permitiera revisar las fotografías decimonónicas en las que se han reflejado las “Exposiciones” de todo tipo que se dieron también en España bajo la influencia de la Exposición Universal de Londres de 1851, (una cuestión interesante que dejaremos aquí para otro día).

Pero la sorpresa fue realmente descubrir el contenido del álbum, una colección de Láminas fotográficas similares a la que aquí adjuntamos. La exposición impulsada por el Ministro de Fomento del gobierno de Cánovas del Catillo: Francisco Queipo de Llano, quiso aprovechar el buen momento comercial de los vinos españoles en Europa, que en gran parte, todo hay que decirlo, se vió propiciado por la plaga de filoxera que había arruinado las vides de allende los Pirineos. El edificio que la albergó, situado en una extensa finca entre las calles Jenner, Fortuny, Cisne y Castellana, quedó pequeño ante la gran participación de cosecheros, que superó la cifra de 7200 expositores. Aunque algunos bodegueros prepararon su panel de manera colectiva, los 3500 metros quedaron sumamente pequeños, como refleja la única fotografía real del interior de la exposición:

Abigarradas, curiosas e imaginativas composiciones, como se ve elaboradas totalmente con hileras de botellas configurando auténticos retablos a la mayor gloria de Baco, que sin embargo, y con las técnicas fotográficas disponibles en aquellos momentos resultaban dificilmente reproducibles por falta de perspectiva. Estas estrecheces se comentaron en la prensa de la época:
“… algunos centenares más de botellas, y el público que hoy desfila por algunas salas con trabajo, sin poder apreciar por falta de distancia el efecto de algunas instalaciones muy curiosas, tendría que limitarse a contemplar la Exposición desde la puerta”
Sin embargo el proyecto para el que se unieron los tres compatriotas franceses se llevó a cabo, con fotografías, sí. Algunas del natural, que ya hemos visto, y el resto tomadas sobre los croquis de cada expositor, realizados en acuarela.
Como consecuencia, las imágenes más difundidas de la exposición fueron los grabados realizados a partir de dibujos y no de fotografías, publicados por el semanario “La Ilustración”. El álbum que confeccionaron nuestros fotógrafos, aún con estas limitaciones, si nos aporta el catálogo completo de todas las instalaciones presentes en la Exposición y queda como precedente y experiencia para los posteriores reportajes de otros eventos que vendrían después: Las exposiciones de Minas (1883), de Filipinas (1885) y la Universal de Barcelona (1888).

Todos los detalles los tenéis en nuestra publicación: